Descripción
357pp . Colección “Biblioteca Política Argentina”, dirigida por Oscar Troncoso. Se cumplen cien años de las discusiones parlamentarias que dieron como resultado la Ley 1420, de educación común, posiblemente uno de los más extensos y lúcidos debates de la vida democrática argentina, que ocupó cientos y cientos de páginas en los tomos de los Diarios de Sesiones de ambas Cámaras del Congreso Nacional. En el estudio preliminar de este libro afirma con toda exactitud Gregorio Weinberg, director de la Biblioteca Nacional, que fue una ley completa porque llenó con creces los requisitos fundamentales: amplia participación de la prensa en la discusión que apasionó a la opinión pública; todos los antecedentes legales que la explican; certámenes pedagógicos que se anticiparon en señalar la necesidad de una legislación orgánica en la materia; la profunda coherencia de la misma y su identificación con la mejor tradición argentina; la aprobación que no obedeció a combinaciones políticas momentáneas sino que constituyó la culminación de un complejo proceso histórico. El autor logra en acertada síntesis presentar todas las facetas del debate de la Ley 1420, instrumento normativo que,, a través de los años, contribuyó como muy pocos a la nacionalización efectiva del país. “El Congreso Pedagógico de 1882 tuvo una trascendental importancia. Merced a la idoneidad y le vocación de servicio evidenciadas por los miembros, de las anales es trasunto fiel el valor de sus conclusiones; la República pudo impulsar y mejorar la educación popular. Su proyección inmediata fue la Ley 1420, del año 1884, sobre enseñanza universal, obligatoria, gratuita y laica”. “Ahora bien: la Ley 1420, extendida a todo el país por la influencia ejercida sobre la pertinente legislación provincial, no sólo sirvió para elevar rápidamente el nivel cultural de la Nación, por la acción de la escuela pública u oficial (sin perjuicio del estímulo brindado a la iniciativa privada), sino que contribuyó también —entre otros logros— a afianzar la unión nacional y a asegurar la paz social”. “El clima ideológico de Occidente se caracterizaba entonces, en lo especial, por una valoración histórica de los pueblos y la acentuación del espíritu nacional. He aquí cómo se intensifica el papel del Estado frente a la Iglesia en materia de educación pública y se organiza la enseñanza primaria sobre una base democrática. Es la época en que se establecen los sistemas nacionales de educación, dictándose las grandes leyes de instrucción pública, sustentadoras de los principios de universalidad, obligatoriedad, gratuidad y, en su mayor parte, laicidad. El lema característico de tal esfuerzo bien pudo ser la expresión acuñada en 1870 por J. Ferry: “Hay que hacer desaparecer la última y más temible de las desigualdades que vienen del nacimiento, la desigualdad de la educación”.