Descripción
111 páginas. Colección La Historia Popular / Vida y milagros de nuestro pueblo, 42. “Los pillos son tantos, que no es difícil que terminen por ahorcar a la gente honrada.” (Shakespeare). Efectivamente, son tantos que, por suerte para nosotros, no resulta demasiado complicado escribir un libro sobre el tema. También es verdad que de ocuparnos de todos los chanchullos o trapisondas cometidos a nivel oficial, digamos, porque la actividad privada es sagrada, no alcanzarían varios volúmenes. Sucede que este ispa da para todo, y por eso nos limitaremos a mencionar solo aquellos negociados que, por un motivo u otro, hayan alcanzado las mieles de la popularidad más absoluta. Entre ellos —y no es por orden de aparición— figuran: a) La venta de las tierras de El Palomar; b) Los niños cantores; c) Los frigoríficos y Lisandro de la Torre; Quedan en el tintero muchos otros, como es bien sabido. Sin embargo, hemos preferido los nombrados, por sus implicaciones políticas, en algunos casos, o su pintoresquismo, en otros, que de más está decirlo, también tenían sus ricas connotaciones en relación al ambiente institucional que vivía el país en ese momento. De ahí lo oportuno de la copla que allá por 1920-1922 se cantaba con gran beneplácito de todos y desafinaciones de algunos: Ya en la calle no hay ladrones Se treparon al poder. De noche no hay que temer, de que se usurpe lo ajeno, Hoy se roba en día pleno con amplia autorización. ¡Viva la Constitución! Las doce han dado y sereno… Como testimonio de la llamada “década infame” no está del todo mal, aunque no abarque exactamente la época. Y si la historia la escriben los que ganaron, son válidas también las palabras de Shakespeare citadas al comienzo; llevadas al terreno político, los “pillos”, aunque no sean tantos en nuestro país, han reprimido y reprimen a la “gente honrada” al grito de ¡Al ladrón!, preocupados siempre por mantener, contra viento y marea, el status quo. Algo de lo cual intentamos demostrar en este trabajo, destacando particularmente el hecho de que muchos de los implicados integraban los cuadros selectos de la clase dirigente, tan alabada y añorada en algunos círculos, que ahora se valen, para que cambie todo y todo siga igual, de ametralladoras, leyes represivas y palabras altisonantes. Lo cual configura, también, una peculiar forma de negociado con los auténticos intereses del pueblo argentino.
