Descripción
116 páginas. Colección Historia del Pensamiento, dirigida por Virgilio Ortega.Título original: Bruno oder über das natürliche und göttliche prinzip der dinge. Introducción y Traducción: Francesc Pereña. La obra que presentamos, escrita en 1802, es, por su forma, atípica en la producción de su autor, pero pone de manifiesto como pocas otras los motivos profundos, las ambiciones y, sí, también las flaquezas de una filosofía que, al decir de Jaspers, «estimula y paraliza» a la vez y pasa fácilmente «de la verdad al absurdo». Pertenece al momento álgido de la plural obra de Schelling: el período de la «identidad», aunque contrasta vivamente, por su vuelo estético, con la obra inmediatamente precedente, Exposición de mi sistema de filosofía, donde, de acuerdo con los inevitables cánones spinozianos, la verdad se expresa en un rígido sistema de proposiciones abstractas. En el Bruno, Schelling da rienda suelta a las tendencias que hacen de él el ñlósofo del romanticismo, de la unidad de la belleza y la verdad, de arte y filosofía Ciertamente un motivo platónico, y la inusual forma dialógica se mira, sin duda, en el espejo del gran ateniense. Pero, más allá de la forma y de la inspiración, encontramos en el Bruno una reformulación de la teoría de las ideas e incluso una reedición del Timeo platónico. La vieja tradición a la que la obra pertenece se configura, empero, en torno a un principio (y un problema) fundamental: la verdad última no está en el dualismo, sino en su superación, en la unidad de lo múltiple, el «Hén-kaí-pan», el «uno-todo» del neoplatonismo, con sus variantes medievales, de Gior-dano Bruno (no es arbitrario el nombre del principal personaje del diálogo), de la mística alemana (Eckhart), también de Spinoza. A dicha tradición pertenece el idealismo alemán en su conjunto, con la novedad de la introducción del planteamiento trascendental, presente en todo el diálogo y temática en su parte final. El problema es, con todo, que la unidad absoluta no suprime la diferencia sino que la sostiene sin estar afectada por ella. Los opuestos (ideal-real, sujeto-objeto, infinito-finito, pensar-intuir, cuerpo-alma) son y se hacen uno en una unidad que en sí misma no tiene oposición. La fórmula de la verdad no es tanto «todo en uno» como «uno en todo», o mejor, «todo en todo»; esto es, en cada oposición y en cada uno de los opuestos están todas las demás oposiciones y todos los opuestos, bajo una unidad «no enturbiada», es decir, «pura», todo «diafanidad». El intento de desentrañar esta «maraña conceptual» es el intento del Bruno. La dificultad, no resuelta, del problema da lugar al tono arbitrario y asociativo, no argumentativo, de muchos de sus pasajes, que provocan una inevitable sensación de tomadura de pelo. Pero el penoso descenso de Schelling del pináculo de la gloria revela, entre otras cosas, una conciencia (trágica) de la dificultad, una conciencia que acaso está más cerca de la nuestra de lo que somos capaces de apreciarlo. ¡Quién sabe si no será el viejo Schelling el primer «postmoderno»! Para finalizar, dos palabras sobre la traducción. Hemos traducido en general la expresión «für sien» por «por sí», en el bien entendido de que en casi todos los casos tiene también el significado de «para sí». En cuanto a la traducción de «setzen» por «poner» sólo nos cabe esperar que el texto no se resienta en demasía de la aparición de un término tan prosaico en el lugar de otro de tan alta raigambre especulativa.