Descripción
192 páginas. Colección Historia del Pensamiento, dirigida por Virgilio Ortega. Título original: Renati Descartes Meditaciones de prima philosophia, in qua dei existentia et animae inmortalitas demonstratur. Traducción: Juan Gil Fernández. Prólogo: José Antonio Míguez. Cuando Descartes, en carta escrita en marzo de 1636 al padre Mersenne, da a conocer su intención de publicar un vasto «proyecto de una ciencia universal», están ya virtualmente redactados la Dióptrica, los Meteoros, la Geometría y una buena parte de su Disóurso del método, con el que, precisamente, procurará «dar prueba de la ciencia universal que él propone» en un deseo firmísimo de arbitrar una explicación que llegue también a aquellos que no han estudiado. En el prólogo a sus Meditaciones metafísicas, el propio Descartes, haciendo referencia a su Discurso del método, nos dice bien claramente cuál era el propósito de este tratado. «Los temas de Dios y de la mente humana» constituían en dicha obra el núcleo central, alrededor del que habrían de proliferar los pensamientos científicos y matemáticos de Descartes, en un intento de fundamentación racional de todos los problemas, como pocas veces, o quizá nunca, se realizara hasta entonces. El Discurso del método, editado en francés en el año 1637, ofrecía, sí, un buen avance del pensamiento sistemático cartesiano. Pero no olvidemos-tampoco la finalidad y el carácter del Discurso: se trataba ahí de señalar esa nueva orientación suya, con el «empleo de un método algo diferente del común». Pero con ello no quedaba dicho todo lo que tenía que decirnos, y ni siquiera lo más importante. El Discurso del método, con ser posiblemente la obra más conocida y popularizada de Descartes, no es sino una exposición muy clara, pero incompleta, de sus procedimientos lógicos y científicos, que aparecen concretamente reflejados en la Dióptrica y en los Meteoros. Descartes mismo juzgó insuficiente la exposición contenida en su Discurso del método de 1637. Era éste, insistimos, sólo una parte de su método racionalista, con el que pretendía tratar los problemas de Dios, del hombre y del alma desde un punto de vista exclusivamente filosófico y racional. El «hombre nuevo» de Descartes —el hombre «dirigido» por su método— encuentra en las Meditaciones metafísicas un complemento formatívo más sereno, e incluso una lógica más segura y de más aplicación en todos los campos de la ciencia.
