Descripción
387 páginas. Título original: Memoires d’une jeune fille rangee. Traducción: Silvina Bullrich. “[…] emprendí en octubre de 1956 el relato de mi infancia. Era un viejo proyecto. Varias veces, en novelas y en cuentos largos, había tratado de hablar de Zaza. Mi deseo de narrarme se lo había prestado a Henri, en Los Mandarines. Cuando dos o tres veces dejé que me entrevistaran, quedé siempre decepcionada: hubiera querido hacer yo misma las preguntas y las respuestas. En notas no publicadas, me explicaba así: Siempre he imaginado solapadamente que mi vida se registraba hasta en sus menores detalles en la cinta de algún magnetófono gigantesco y que un día devanaría todo mi pasado. Tengo casi cincuenta años y es demasiado tarde para hacer trampas: muy pronto todo va a zozobrar. Mi vida no puede fijarse sino a grandes rasgos, en el papel y por mi mano: haré por lo tanto un libro. A los quince años deseaba que las personas, un día, leyeran mi biografía con una curiosidad emocionada. Si quería convertirme en un autor conocido era con esa esperanza. Después he pensado a menudo escribirla yo misma. La exaltación con que en otros tiempos acariciaba aquel sueño me es hoy muy ajena; pero he conservado en el corazón el deseo de realizarlo […]. “Ha habido guerras y viajes, muertos y restos: nada ha cambiado. En el espejo, veré otra imagen: pero no hay espejo, y no lo había. Por instantes, no sé ya bien si soy una niña que juega a la adulta, o una mujer envejecida que se recuerda. “No, lo sé; soy yo, hoy. La niñita cuyo porvenir se ha convertido en mi pasado ya no existe. Quiero creer, a veces, que la llevo conmigo, que será posible arrancarla de mi memoria, hacerla sentar a mi lado intacta. Es falso. Ha desaparecido sin dejar siquiera un pequeño esqueleto que conmemore su paso. ¿Cómo sacarla de la nada? “Durante dieciocho meses, con sus altos y sus bajos, con sus dificultades y alegrías, me he dedicado a esta resurrección: una creación, porque he necesitado recurrir a la imaginación y a la reflexión tanto como a la memoria.” Simone de Beauvoir, La fuerza de las cosas.