Descripción
407 páginas. El autor de esta obra, Harold Clurman, es un destacado y versátil hombre de teatro. Trabajó activa y eficazmente con el Group Theatre y en Broadway ha dirigido importantes obras de Anouilh, Giraudoux, O’Neill, Shaw, Miller y Williams, entre otros. No menos sobresaliente ha sido su actuación en otros campos del quehacer teatral: durante años ejerció la crítica en The Nation y sus artículos y ensayos aparecieron con regularidad en The New York Times, Partisan Review, London Observar y otras publicaciones. Es autor, además, de dos libros referidos también a los mismos temas. En la primera parte de Teatro Contemporáneo, Clurman expone atinadas reflexiones sobre el teatro y la crítica teatral. Establece la diferencia fundamental que existe entre esta última y la mera opinión sobre un espectáculo, y sostiene que la crítica exige una especie de idoneidad integral, cuyos ingredientes esenciales son la honestidad y la capacidad necesarias para ubicarse en “tiempo y espacio” con respecto a la obra que se juzga. De esta ubicación surgirá una relación positiva con el teatro y con el propio espectador. Su posición se expresa ajustadamente en esta frase del Prólogo: “El teatro debe ser concebido como un espejo, destinado a mostrar la verdadera edad y cuerpo del tiempo, su forma y su presión”. Presenta luego un amplio panorama de la actividad teatral de nuestros días y realiza un análisis -meditado de obras y actuaciones. Inicia la serie un estudio sobre Edward Albee y prosigue con Anouilh, Beckett, Brecht, Camus, lonesco, O’Neiil, Pinter. Se citan además relevantes interpretaciones de Georges Maharis, John Gielgud, Laurence Olivier, Anthony Quinn, Paul Sco-field, Gérard Phillipe, etc. Incluye, por fin, una interesante referencia sobre el proceso de la comedia musical. Como colofón de su trabajo, que evidencia un profundo conocimiento del tema, Clurman expresa sus Palabras para los jóvenes; en ellas, como una suerte de esperanzado mensaje, se lee la siguiente frase: “Porque tu propio yo sea verdadero”. Mediante un estilo preciso y elegantemente irónico, esmaltado de sutiles referencias, logra Clurman un agudo ensayo en el que se destaca su indiscutible objetividad de juicio, su sensibilidad y su lucidez intelectual.
