Descripción
139 páginas. Título del original en inglés: It all started with Marx. Traducción de Marisa Martínez Corvalán. Ilustraciones de Cambell Grant. TODO EMPEZÓ CON MARX -y sabe Dios cómo acabará— es, probablemente, el libro que menos éxito ha tenido en la Unión Soviética. Diríamos que es más que probable, y la prueba está en que nunca se editó, si bien se afirma que cuando lo examinaron los miembros de la censura moscovita, Kaganovich entre ellos, como su nombre lo indica, lo leyeron de cabo a rabo, luego trataron de leerlo esforzadamente entre líneas y acabaron poniendo los ojos en blanco. Dado que al lector pueden asaltarle dudas razonables sobre esta afirmación, tiene a su alcance el libro para repetir la experiencia. Los editores argentinos la han hecho ya, junto con la traductora, linotipistas, tipógrafos y correctores (todo personal auténtico de los 32 gremios, organización democrática probada, aprobada, comprobada, pesada y sellada en prueba de legitimidad). En ningún caso los ojos dejaron de estar en blanco cada vez que escudriñaban entre líneas. Esto es la pura verdad y no una exageración como la de otras solapas de La Isla. Este libro es la principal arma secreta de Norteamérica, afirmación que se aventura recomendando la más absoluta reserva y discreción, en la esperanza de que se desate un rumor galopante. Le pedimos encarecidamente al lector que conserve el secreto, recordándole, sin embargo, que un secreto que nadie sabe que existe ni siquiera llega a ser un secreto y por tanto deja de serlo, con lo cual se muere en vez de conservarse. Siempre recurriendo a su discreción y sentimientos patrióticos, debe decirse que el tema de TODO EMPEZÓ CON MARX poco tiene que ver con algún miembro conspicuo del actual gobierno argentino, si bien sus cositas trae. En cuanto a su autor, así como el callado Tácito no se ocupaba del silencio imperial, sino de los batifondos de Roma, así, mutatevski mutandaski, Armour no se ocupa de frigoríficos que llevan su nombre en la Argentina, sino del fervor comunista, esa inmesa fragua rusa donde se templa el carácter de acero cromado norteamericano. O sea, para concluir aplicando la dialéctica marxista en toda su sencillez, trata de la tesis que provoca la antítesis para resolverse en síntesis que hará que Khruschev termine cantando la Canción de los vodkeros del Vodka mientras beba una caja de leche en un supermarket yanki. Para menor claridad de lo expuesto, se ruega al lector penetrar en las páginas del libro.
