Descripción
257 páginas. Colección “Biblioteca de la historia”. Título original: L’ Amerique espagnole et l’ Amerique portugaise. Traducción: Carmen Artal. Esta obra destaca entre la abundante historiografía referida a aquel continente, definido por una raigambre ibérica y por la combinación de elementos de especial interés. El hispanista francés parte, ante todo, de enfoques de índole sociológica y económica, únicas vías posibles para tratar de forma racional y válida el enorme y variado fenómeno que constituye la denominada América Latina. Bartolomé Bennassar abre su obra a todas las opciones posibles que resulten susceptibles de servir como material de información acerca del tema tratado; y lo hace de forma articulada, estableciendo secciones de carácter particular que posibilitan incluso su lectura por separado. Buen conocedor de la evolución histórica de las respectivas metrópolis, Bennassar inicia las páginas que siguen con un tratamiento desapasionado del panorama político, social y económico de la América precolombina. En él huirá de todo riesgo de mitificación, posición en la que han caído multitud de historiadores del pasado de los pueblos posteriormente colonizados. A continuación considera el proceso de la conquista, evitando asimismo posiciones deformadoras como la señalada. Dos puntos especialmente significativos deben mencionarse en este plano: el referido a la visión que los vencidos tuvieron del proceso conquistador, por una parte, y el que observa las referencias legales de ese proceso, por otra. La España del momento generaría gran cantidad de literatura jurídica referida a la política desarrollada en las Indias como manifestación de la preocupación reinante acerca de aquel momcn’<> sobre la ordenación teórica del fenómeno colonizador. A continuación, el autor pasa a analizar el tratamiento de los organismos e instituciones que los poderes coloniales, España y Portugal, instalan sobre los amplios territorios dependientes de ellos. Se observa cómo la gobernación y ordenación de las Indias es realizada desde la Península por medio de las instituciones creadas a tales efectos desde los primeros momentos de la conquista. Bennassar pone de manifiesto la rapidez con que los peninsulares actuaron en dirección a organizar, controlar y explotar de la forma más beneficiosa posible los espacios adquiridos por las dos Monarquías en el hemisferio occidental. Este tercer plano, el de la explotación económica, ocupa un amplio y elaborado capítulo, dada la trascendencia del tema. Huyendo de consideraciones tanto hagiográficas como hipercríticas, el autor actúa según parámetros estrictamente económicos y evita con ello toda posible toma emocional de posición, error en el que ha caído tanto historiador dotado de efectiva buena fe. La organización de la actividad laboral, tanto en los aspectos humanos como en los materiales en puridad, lleva al problema de la esclavitud, una de las piedras de toque de todo tratamiento de la cuestión colonial americana. El tratamiento de la aportación realizada por las órdenes religiosas misioneras ocupa asimismo un destacado espacio, dada su importancia. Las interrelaciones entre el poder civil y el religioso demostrarán en todo momento la indiscutible supremacía del primero, aun contando con la permanente y fuerte influencia ejercida por la Iglesia católica en aquellas latitudes. La institución eclesiástica serviría aquí como instrumento de control social de extrema utilidad para los poderes constituidos, por lo que el acuerdo entre ambos resulta así una consecuencia lógica a mantener en provecho de los interesados. La organización social de los territorios americanos bajo control ibérico adquiere una especial relevancia, dado que aquí se manifestará de forma especialmente visible y significante el fenómeno del mestizaje, hecho que honraría la presencia peninsular en las Indias.